La piel y la fisonomía del trogloditismo

Cuando hablamos de la piel y la fisonomía nos estamos refiriendo al aspecto que tiene el ser troglodítico. En este sentido, este ámbito se centra en el paisaje rural y urbano que configura el trogloditismo (aspecto exterior), así como el paisaje interior característico de las casas-cueva (aspecto interior).

El paisaje troglodita
Las viviendas trogloditas y los barrios trogloditias, han configurado un paisaje cultural propio, tanto exterior como interior, representando un claro ejemplo de adaptación al medio geográfico al cual residen. Así mismo, este paisaje troglodita forma parte de una tradición, ya que vivir en una casa-cueva es perpetuar un estilo de hábitat iniciado hace milenios y que hoy mantiene aún vivo su legado.
En el interior, la mayoría de las casas-cueva actuales siguen conservando la organización de las habitaciones tradicional: la primera habitación a la que se accede suele ser una sala de estar o cocina, situada cerca de la chimenea -la cual cumple un papel fundamental en relación a la ventilación de la vivienda. Más en el interior de la cavidad encontramos los dormitorios, normalmente separados por cortinas o bien por puertas. El elemento que actúa como zona de tránsito entre estas dos zonas (interior y exterior) es la placeta, espacio libre que sigue manteniendo todo el valor histórico, ya que no solamente es donde se producen la mayor parte de las tareas domésticas sino que sirve como zona de recibimiento y relación con los vecinos.
Si nos centramos en el exterior, las casas-cueva se caracterizan por dos elementos visualmente determinantes: las fachadas y las chimeneas, característicamente blancas en la zona de Guadix. Así mismo, las casas cueva se articulan en barrios e incluso a veces llegan a conformar geografías urbanas completas. Hay muchos ejemplos de casas-cueva, ya que tanto el tipo de roca y sus características como la creatividad de quien las construye serán claves para determinar la forma y el volumen finales de las viviendas.