El esqueleto del troglodítico

El esqueleto es la parte del ser troglodítico que le da forma, por lo tanto, lo primero que introducimos en éste ámbito temático es la forma del trogloditísmo (módulo 1). Por otra parte, los huesos están compuestos por el tejido óseo y el esqueleto troglodítico también consta de un tejido óseo propio correspondiente a sus características geológicas y climáticas (módulo 2). Así mismo, la forma del esqueleto viene determinada por el hecho que los huesos que lo conforman se expanden a lo largo y a lo ancho del cuerpo del ser troglodítico, y es así como el trogloditismo se encuentra en diversos sitios geográficos del planeta extendiéndose hacia diferentes puntos (módulo 2). Finalmente, hay que destacar que cada uno de los huesos del ser troglodtício tiene una funcionalidad o uso diferente en el cuerpo, y por lo tanto el último módulo (modulo 3) está dedicado a la funcionalidad de los hábitats en cueva.

La forma del esqueleto troglodítico. El trogloditismo natural y artificial

El trogloditismo se puede diferenciar en dos tipos: natural y artificial.

El Trogloditismo natural o pasivo consiste en la utilización de las cuevas naturales y abrigos bajo la roca sin que éstos sean modificados por el ser humano.

Con el paso del tiempo, el Hombre empezó a excavar, transformar y modelar aquellas superficies rocosas surgiendo así el Trogloditismo artifical o activo.  Se crearon modelos mixtos en los que el espacio rupestre, aunque mayormente conservado en estado original, iba sufriendo algunas modificaciones hasta conllevar a la propia creación de cuevas, cuevas ex novo.



El nacimiento del Trogloditismo artificial viene determinado, en gran medida, por la aparición de nuevas herramientas con las que excavar la roca. Es gracias a estos nuevos instrumentos de hierro, que surge esta nueva técnica constructiva, la cual se irá desarrollando a lo largo de los siglos. Sin embargo, y por mucha que fuese la incidencia y desarrollo de esta práctica, no hay que pensar que ha  existido alguna vez una población que fuese exclusivamente troglodita. De hecho, no sólo han coexistido las muestras arquitectónicas exentas junto con las cuevas artificiales, sino que estas casas exteriores fueron modelo de copia y de inspiración para la configuración y distribución de los espacios interiores de las cavidades perforadas.



El tejido óseo: las características geológicas y climáticas del trogloditismo. La expansión del esqueleto: características geográficas del trogloditismo

El tejido óseo: las características geológicas y climáticas del trogloditismo

Si bien es cierto que podemos encontrar muestras de trogloditismo en diferentes puntos del planeta, su repartición espacial responde, además de a unas condiciones geológicas e históricas, a una cierta lógica climática. Es por ello que allí donde los climas son cálidos o templados, e incluso secos, se concentra la mayor parte de los ejemplos de trogloditismo mundial. Es especialmente próspero en regiones caracterizadas por presentar superficies áridas o faltas de abundantes bosques ya que el hábitat subterráneo ofrece una buena respuesta a este medio hostil en tanto que protege eficazmente del viento, del polvo y de la arena que suele levantarse en lugares en los que hay pocas fronteras vegetales. Además, gracias a la estabilidad térmica que ofrece el hábitat en cuevas, esto ayuda a protegerse frente a las altas temperaturas diurnas y las bajas nocturnas propias del entorno donde se encuentra. Por último, cabe mencionar la baja humedad que presenta y la particularidad del propio sustrato geológico donde se encuentra el trogloditismo, hace que las rocas sean fácilmente excavables.

Si las singularidades geográficas y climáticas que acabamos de ver, las intentásemos situar más concretamente en el mapa, observaríamos que buena parte de éstas se encuentran localizadas en la cuenca Mediterránea. Dentro de ésta, el lugar más destacado por su riqueza de testimonios, muchos de ellos aún en uso, es la Península Ibérica que, a su vez, consta de una región privilegiada por la cantidad de cuevas que alberga Andalucía, siendo Granada la provincia que acoge el 80% de éstas manifestaciones y dentro de esta provincia destacaríamos el municipio de Guadix,  ciudad conocida como ‘la capital europea del trogloditismo’.


La expansión del esqueleto: características geográficas del trogloditismo

Entre los ejemplos más paradigmáticos de trogloditismo alrededor del mundo, reconocidos por la UNESCO como Patrimonio Mundial de la Humanidad, encontramos las Grutas del Mogao (Dunhuang, República Popular China), excavadas entre el siglo IV y VII, que constituyen el mayor conjunto de obras de arte budistas del mundo y el que ha llegado hasta nuestros días en mejor estado de conservación. También destacan los templos y monasterios budistas, hinduistas y jainas de Ellora (Aurangabad, Índia) o las Grutas de Elefanta (isla de Elefanta, India) datadas en los siglos IX al XIII. En África encontramos las iglesias monolíticas talladas en roca de la ciudad de Lalibela (Etiopia) de los siglos XII y XIII, así como las viviendas de los Dogon, construidas al pie de las paredes escarpadas de los acantilados de Bandiagara (Mali) y que fechan del siglo XVIII. En el norte de África destacan las casas trogloditas de Matmata (Túnez) y las cuevas-establo o cuevas-almacén de Armenia. Así mismo, de época egipcia (siglo XIII aC) existen los templos egipcios de Abu Simbel, o en el Próximo Oriente la ciudad de Petra (Jordania) de finales del siglo VIII a.C. En Europa encontramos las iglesias rupestres de Ivanovo (Bulgaria) del siglo XVII, y en el mediterráneo hallamos la ciudad italiana de Matera (Itàlia) que destaca por sus viviendas excavadas, sobrepuestas a lo largo de un barranco, así como sus iglesias rupestres.




El uso de los huesos: la funcionalidad de los hábitats en cueva

En los primeros milenios, y aun en la actualidad, se sigue utilizando la cueva en su estado natural y original sin que padezca alteraciones. En estos casos de trogloditismo pasivo, la cavidad se contempla casi  exclusivamente como refugio. Sin embargo, esos antiguos refugios también fueron usados como santuarios, donde aún hoy en día, podemos observar muchos de los vestigios del arte rupestre, y también tenían un uso mortuorio convirtiendo la cueva en un lugar de enterramiento. Con el paso del tiempo y el desarrollo de la arquitectura troglodítica, estos sitios de entierro irán cobrando mayor complejidad e aumentando el grado de ornamentación; el ejemplo más paradigmático de esta tipología es el Valle de los Reyes y las Reinas del antiguo Egipto.

Otra tipología del uso de la cueva que aparece ya en los albores del llamado trogloditismo artificial, es la vivienda. Existen diversos tipos, pero podemos destacar las viviendas ubicadas en acantilados, que son de las más impactantes debido al vértigo y al ingenio que supone la construcción de viviendas en enclaves estratégicos. Ejemplos de este tipo son especialmente recurrentes en la zona del norte de África, pero también visibles en zonas próximas, como es Gran Canarias o Andalucía. Respecto a la configuración interior de las cavidades, en algunas se distribuye el espacio interior alrededor de un patio excavado. Este recurso es particularmente útil para ventilar los espacios interiores al tiempo que protege de los fuertes vientos y del polvo que éstos levantan, así como también permiten generar un espacio al aire libre que alterna zonas de sol y de sombra. Más adelante, con la proliferación de viviendas excavadas, encontramos la creación de ciudades enteras a la roca como son el caso de las ubicadas en Petra o Capadocia.




Por otro lado, también encontramos cuevas utilizadas como fortalezas defensivas que, del mismo modo que en algunas viviendas, suelen encontrarse en acantilados. Encontraríamos numerosos ejemplos en la región del Magreb, zona donde se hallan también numerosos ejemplos de la siguiente tipología, los graneros colectivos. Por otro lado, el uso de las cavidades como minas destaca sobre todo en la época romana, y será también hacia finales de esta civilización que encontraremos el uso de las cuevas como catacumbas, utilizadas por los primeros cristianos. Ya en época medieval, será el momento en que empiece el uso de las cavidades para albergar iglesias y monasterios rupestres, unas construcciones que destacaran por la complejidad del trabajo arquitectónico así como el escultórico. Posteriormente, ya en época contemporánea, volvemos a encontrar la función de las cuevas como refugios, pero esta vez como refugios antiaéreos utilizados durante la primera y segunda guerra mundial. Finalmente, cabe señalar una función característica de las cuevas que aún permanece vigente en algunos lugares como España, Francia o Italia: la de lagares y bodegas tradicionales. Además, no hay que olvidar que en la actualidad muchas de las casas-cueva se han convertido en alojamientos y restaurantes turísticos.